Herida invisible
No termina de cerrarse esta cicatriz,
que no marcó tu piel,
ni la de tu madre,
pero que atravesó su corazón,
su vida.
Ahora la portas tú, orgullosa,
como una condecoración heredada
de un diciembre helado,
de una tierra extraña,
de un cielo tomado por aviones siniestros
que vomitan infiernos
que suena a estruendo de bombas,
a lluvia de balas,
a aullidos extranjeros,
a tripas vacías,
a llanto,
que huele a tierra empapada en sangre,
a rabia y a miedo,
a muerte,
que sabe a derrota,
a orfandad amarga,
a sueños perdidos,
a adioses sin respuesta.
Diego Campese
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